De nuevo se han exaltado las emociones. En medio de la racionalidad importa más de qué lado son los muertos que la muerte misma.
El país venía enfrentando serias dificultades económicas. El gobierno logró responder con eficacia a corto plazo, pasadas unas pocas semanas los signos de aquellas dificultades aparecieron de nuevo, ahora con mayor amplitud. Esta vez las respuestas del gobierno fueron débiles, incomprensibles para quienes los apoyan; fuente de frustración para los que están en el medio y confirmación para los que se oponen.
Desde el campo internacional los enemigos del proceso arrecian sus ataques, quienes comprendiendo las debilidades visibles de un gobierno que no atina a definir una estrategia económica que responda efectivamente a los problemas que se han creado. Saben que el tiempo se les está agotando; que cada día que pasa las soluciones serán más duras y que la gente verá colmada su paciencia por tantas colas hechas y tanta ineficiencia demostrada cada día.
Esto no es nuevo, hacia el mes de octubre de 2013 el gobierno había caído dramáticamente. Ni siquiera el chavismo escapaba a la percepción negativa que se estaba formando, amenazando con poner en peligro un posible triunfo electoral. El gobierno reaccionó y supo levantar un juego en el que estaba por debajo. Lo ganó, y con ello tomó una fortaleza política que no tenía.
Ahora el gobierno apuesta casi todo a los controles. Piensa que con la Ley de Precios que está aprobando y con las penalidades que en ellas están contenidas, lograrán frenar las distorsiones en un pequeño mercado que él mismo ha llenado de liquidez.
Desde ya podemos predecir que esa Ley con todas y sus penalidades no logrará revertir la situación; que continuaremos con economía de puertos y en manos de la especulación. Lo cual haría visible que la guerra económica se habría perdido y no porque la haya ganado la burguesía parasitaria, sino por no poder sustituir al aparato productivo que se había paralizado.
En el chavismo hay gente que sólo ve los procesos en términos muy simples. Ante los problemas que surgen, inmediatamente se llevan las manos a la cintura y piensan en cómo responderán con los números que la partera de la historia aconseje. Pepe Mujica, hombre que las practicó, dice que con ellas les fue muy mal; que les ha ido mucho mejor a través de los mecanismos de la democracia burguesa.
Pero los líderes del chavismo no se atreven a romper ni con los dogmas ni con la liturgia que repiten hasta el cansancio, pero que cuando se les mira a los ojos no se observa ni pizca de consecuencia con lo que se está gritando.
El gobierno tiene mucho margen de maniobras. Tiene gran apoyo popular. Tiene un plan con unos objetivos, que bien explicados, mucha gente puede compartir. Pero esto se irá agotando si se mantienen atados a unos dogmas económicos y políticos que le van achicando los espacios.
Por supuesto, el gobierno no se está cayendo; todavía, pero si no se lanza a fondo en la aplicación de las 3R creará todas las condiciones para que lo derroten.
El país venía enfrentando serias dificultades económicas. El gobierno logró responder con eficacia a corto plazo, pasadas unas pocas semanas los signos de aquellas dificultades aparecieron de nuevo, ahora con mayor amplitud. Esta vez las respuestas del gobierno fueron débiles, incomprensibles para quienes los apoyan; fuente de frustración para los que están en el medio y confirmación para los que se oponen.
Desde el campo internacional los enemigos del proceso arrecian sus ataques, quienes comprendiendo las debilidades visibles de un gobierno que no atina a definir una estrategia económica que responda efectivamente a los problemas que se han creado. Saben que el tiempo se les está agotando; que cada día que pasa las soluciones serán más duras y que la gente verá colmada su paciencia por tantas colas hechas y tanta ineficiencia demostrada cada día.
Esto no es nuevo, hacia el mes de octubre de 2013 el gobierno había caído dramáticamente. Ni siquiera el chavismo escapaba a la percepción negativa que se estaba formando, amenazando con poner en peligro un posible triunfo electoral. El gobierno reaccionó y supo levantar un juego en el que estaba por debajo. Lo ganó, y con ello tomó una fortaleza política que no tenía.
Ahora el gobierno apuesta casi todo a los controles. Piensa que con la Ley de Precios que está aprobando y con las penalidades que en ellas están contenidas, lograrán frenar las distorsiones en un pequeño mercado que él mismo ha llenado de liquidez.
Desde ya podemos predecir que esa Ley con todas y sus penalidades no logrará revertir la situación; que continuaremos con economía de puertos y en manos de la especulación. Lo cual haría visible que la guerra económica se habría perdido y no porque la haya ganado la burguesía parasitaria, sino por no poder sustituir al aparato productivo que se había paralizado.
En el chavismo hay gente que sólo ve los procesos en términos muy simples. Ante los problemas que surgen, inmediatamente se llevan las manos a la cintura y piensan en cómo responderán con los números que la partera de la historia aconseje. Pepe Mujica, hombre que las practicó, dice que con ellas les fue muy mal; que les ha ido mucho mejor a través de los mecanismos de la democracia burguesa.
Pero los líderes del chavismo no se atreven a romper ni con los dogmas ni con la liturgia que repiten hasta el cansancio, pero que cuando se les mira a los ojos no se observa ni pizca de consecuencia con lo que se está gritando.
El gobierno tiene mucho margen de maniobras. Tiene gran apoyo popular. Tiene un plan con unos objetivos, que bien explicados, mucha gente puede compartir. Pero esto se irá agotando si se mantienen atados a unos dogmas económicos y políticos que le van achicando los espacios.
Por supuesto, el gobierno no se está cayendo; todavía, pero si no se lanza a fondo en la aplicación de las 3R creará todas las condiciones para que lo derroten.