viernes, 9 de agosto de 2013

Los fetichismos de la revolución bolivariana (y II)

Los fetichismos de la revolución bolivariana (y II)

Los fetichismos de la revolución bolivariana (y II)

Gregorio J. Pérez Almeida

Nuestra tesis del “fetichismo del desarrollo” expuesta en el número anterior de “A Plena Voz”, está explicada con mayor amplitud y precisión conceptual ahí mismo, páginas antes,en el artículo de Amaury González Vilera, titulado: “Petróleo, modernidad y la construcción del socialismo ecológico en Venezuela”. No es sólo que amplía el panorama histórico y sociológico de la crítica que hacemos al fetiche desarrollista, sino que utiliza acertadamente el concepto acuñado por Enrique Dussel para referirse a dicho fenómeno,el cual es el de “Falacia desarrollista”, que, como muy bien plantea González Vilera, devela los fundamentos filosóficos sobre los que se erigió el “socialismo realmente existente” y que son cuestionados a medias por los ideólogos que redactaron el “Proyecto Nacional Simón Bolívar. Primer Plan Socialista de la Nación (2007-2013)”.

Y es Enrique Dussel quien también inspira y orienta nuestras reflexiones en torno al fetichismo del poder. Nos detenemos en la primera de sus “20 tesis de Política” (Edit. El perro y la rana), cuyo primer subtítulo es: “La corrupción de lo político”. Aclaremos antes de continuar que no se refiere a la corrupción administrativa, económica, judicial, deportiva, académica o amorosa, etc., que tanto se resalta en los medios de comunicación y muchos “analistas” señalan como la causa de nuestros males y suponen que al eliminar la corrupción administrativa (pública y privada) el capitalismo “recuperaría” su fortaleza como el mejor sistema posible en la generación y distribución de riquezas. No. Dussel se refiere a la madre de todas las corrupciones de las que surgen como extensiones de una ameba las corrupciones que hemos señalado, ella es: la corrupción originaria de lo político. Y a pesar de que el lenguaje de Dussel es abstracto (como lo advierte él mismo), lo que significa es tan sencillo como difícil de superar en la sociedad capitalista:lo político se corrompe cuando el actor político, sea un ciudadano miembro de un consejo comunal o un funcionariode alto nivel, “cree” que es la “sede soberana” o “fuente originaria” del poder político e ignora –u olvida- que todo ejercicio político, toda función política tiene como referencia primera y última al poder del pueblo. Elimina de su conciencia que la política no es una función unidireccional y jerarquizada de arriba hacia abajo, sino bidireccional y dinámica que responde al precepto de “mandar obedeciendo”.

En otras palabras, la corrupción originaria del poder político se inicia en la conciencia del individuo que formado orgánicamente en el liberalismo, cree que su ombligo es el centro del mundo y cuando se postula para un cargo y el pueblo lo elige entiende este gesto como un reconocimiento a su bello ombligo, por lo que, a partir de su nombramiento, no mira hacia los lados, ni cruza su mirada con la de los otros, los que lo eligieron, mucho menos si están abajo, sino que como en un cuarto de espejos se mira y remira como dueño y señor soberano de esa cuota de poder que le cedieron generosamente sus conciudadanos. Y se lo coge literalmente. Algunos gobernantes y funcionarios logran superar la etapa del ombligo y llegan a la de la “punta de la nariz”, lo que ofrece un margen de expectativas un poco más amplio, porque la nariz está expuesta y apunta hacia la realidad y puede ocurrir que tropiece con ella.Sin embargo no podemos predecir hasta dónde llegará la vista del funcionario que se acaba de erigir en algo(lo que sea, ministro, viceministro, gobernador, alcalde, concejal, diputado, rector, etc., por nombrar los más conocidos), sino que, lamentablemente, somos víctimasdel precepto bíblico: por sus obras los conoceréis.

La corrupción de lo político no se acaba ahí. Ojalá así fuera. Sino que, sostiene Dussel, es doble: por un lado, la del gobernante que se cree sede soberana del poder, y por el otro la del pueblo que se lo permite, que lo consiente, que se torna servil en vez de actor de la construcción de lo político. Este es el binomio que funciona como bandas de un billar en el que se dan dos de las “aberraciones” políticas que más sufrimos en Venezuela: el nepotismo y el barraganismo (nepotismo sexual). Y el pueblo lo sabe y tiene razón: el brother, la jeva, el sobrino, la sobrina y el ahijado son,en el corrupto, su verdadero corazón.

Tampoco esto es todo. Sostiene Dussel que el “representante corrompido” puede utilizar un poder fetichizado por el placer de ejercer su voluntad, como vanagloria ostentosa, prepotencia despótica, sadismo ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas y lo peor –no lo dice Dussel sino nosotros- es que como no trasciende la perspectiva de su ombligo o de su nariz, actúa como si nadie lo viera, como si fuese invisible y anda por la calle mostrando su estatus de mercader del reino: camionetas de lujo, súper motos, cliente de hoteles y restaurantes 5 estrellas. Lo peor no es que lo ostente, sino que otros lo envidien, lo que significa que la corrupción se poliniza fácilmente en el jardín venezolano del liberalismo, donde la economía rentista (petrolera) ha creado polinizadores de mucha eficiencia como los bancos, las casas de bolsa y una mariposa que de flor en flor vuela: la comisión –en dinero- por la gestión (pública o privada). ¿Cuántas familias honorables se han levantado apunta de comisiones?

La fetichización del poder en la Venezuela “quintarrepublicana”, tiene aún otras complicaciones producidas por la influencia de los medios de comunicación que se han convertido en una caja de resonancia de las políticas de la oposición y también del gobierno. Sobre todo en lo que se refiere a la identificación delos “enemigos” y “amigos” del gobierno. Nos explicamos: en la pantalla de Globovisión, Televen y Venevisión, aparecen los rostros de los enemigos del gobierno: sale usted, por ejemplo, en “Aló ciudadano” y muere para el gobierno.Yes lógico que así ocurra después de abril del 2002. Pero lo que queremos resaltar es que las “estadísticas” nos dicen que si algún“militante” quiere ser “candidateable” para un cargo en el gobierno, busca salir en el Canal 8 hasta en la información deportiva. ¿Y si no es “televisivo” y su rostro no cabe en la pantalla?, entonces procura que lo haga el brother, la jeva, el sobrino, la sobrina o el ahijado, que si la pega se resuelve, porque, según Dussel, y es fácil comprobarlo, existen las “tribus” conformadas por “herederos de compromisos políticos”. Son los que se mueven alrededor del “dirigente” que sabe interpretar sus intereses y los complace. Por eso, hasta ahora, la mayoría de las veces, cuando un ministro es sustituido por otro, éste se tarda hasta seis meses en “revisar”lo que su antecesor había hecho, con lo que rompe cualquier posibilidad de continuidad en las políticas públicas.

Sostenemos que el “fetichismo del desarrollo” es consustancial al “fetichismo del poder”, porque la corrupción originaria del poder es de raíz liberal y nuestra subjetividad está “liberalmente” constituida, por lo quenuestra vida cotidiana no es más que el ejercicio del individualismoegoísta, consumista insaciable y creemos que “desarrollo” es acumular objetos y doblegar voluntades. Por eso los rasgos del “representante corrupto” señalados por Dussel: hedonista, prepotente, despótico, sádico. Y sus acólitos son serviles, sumisos y obedientes.

¿Pesimistas con tendencia escuálida? No. Análisis crítico puro y simple. Además –que no es cualquier además- el hecho de que este artículo se publique en una revista como “A Plena Voz”, dice que la conciencia revolucionaria está viva y reafirma nuestra opción: los que quieran patria que sigan firmes en sus posiciones, irreductibles. Abandonar es dejar el campo libre a los corruptos que ni son muchos ni son pocos, sino que están ahí con la intuición del zorro para coger las uvas… aunque estén verdes.Una tarea revolucionaria es determinar el mecanismo político para neutralizarlos. Es labor del partido de la revolución. ¿Podrá?